
Mimí, la gatita negra y blanca pareció olvidar que la encontramos con mi marido abandonada en una calle de la Boca, con treinta días, muerta de frío, con hambre y lastimada. Decidimos cuidarla hasta que estuviera en condiciones de ser dada en adopción (nos contactamos con el Hogar Lourdes, quienes nos ayudarían a encontrarle dueño), así que la llevamos a casa, le dimos leche maternizada con gotero, la curamos y la mimamos como la bebé que era. Obviamente, la atorranta se hizo querer y finalmente la adoptamos nosotros.
Ama y señora de la casa, tenía de todo y realmente era ¨su casa¨, pues con mi marido tenemos muchas actividades. Es así como empezó a ser muy arisca y territorial, a ponerse nerviosa cuando alguien nos venía a visitar y a tener actitudes que nos preocuparon, como por ejemplo retar a un amigo con su pata porque se sentó cerca de ella o morderme cuando hablaba por teléfono para que le preste atención. Sin contar con los escandaletes (bufidos y maullidos) que asustaban a amigos y familiares y llegó un momento en que no se dejó tocar por mi marido nunca más.
Consulte a su veterinaria y a las voluntarias del Hogar Lourdes sobre el tema y todas me respondieron lo mismo, lo ideal es que los gatitos no estén solos tanto tiempo. Así que con nervios y temores, fuimos al Hogar a adoptar un compañero que sea superbueno y mimoso, como para bancarse a su Majestad Imperial y que mi marido disfrute de tener un gatito mimoso.
Sandra nos ayudó en la elección y así llegó Roger a casa (el colorado y blanco). Venido de los techos de Villa Crespo, se adaptó perfecto a nosotros (polo opuesto a Mimí, no se despega de uno y pide mimos maullando hasta a las plantas).
Los dos primeros días, ella se la pasó escondida atrás de una cortina y cuando nos dormíamos salía a comer…. Luego continuamos con otros dos días de te miro fijo de lejos y con odio, y no te me acerques porque te armo un lío de aquellos…
Ahora ya juegan, se persiguen por la casa hasta que ella se da cuenta que es el i

Mimí nunca va a ser mimosa como Roger, sin embargo note algunos pequeños cambios en ella, como por ejemplo que venga un amigo y nada (no armó ningún escándalete, se mantuvo distante) o que me ofrezca su pancita para que la mime…. y es que ya no es la dueña de la casa, ahora tiene que compartirla y compartirnos con Roger.
Mis miedos de la adaptación ya no están, me voy sin sentirme culpable de dejarla sola y no es mucho trabajo, es más, es divertidísimo verlos jugar juntos….con sus caritas de pequeñas fieritas, van por la casa cazándose entre ellos y las típicas picardías de gatitos se las hacen entre ellos, con mi marido estamos para lo que nos gusta: cuidarlos y mimarlos.
Y ahí va lo que quería decirles: no tengan miedo de tener dos gatitos o un gatito y un perrito….como para nosotros, para ellos tampoco es bueno estar solos. !!!
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