Cuando llegó, Ozzy se la quería comer (y a mí también, dicho sea de paso) así que me la llevé a dormir conmigo y lo dejamos a Ozzy en el living. Para cuando nos despertamos y los volvimos a juntar, Ozzy la olió de pies a cabeza, la abrazó (!), le jugó (es un poco bruto, pero tiene buenas intenciones) y después la lavó toda, como aceptándola en la familia. Casi me largo a llorar de la emoción, no lo podía creer... ajajaja. Nunca ví que dos gatos se lleven tan bien, tan rápido. Está bien que Ozzy es un dulce de leche, pero esto es rarísimo... igual, me alegro de que así haya sido, hizo todo más fácil. Y él la adora, siempre fue un gato muy activo, juguetón y mimoso pero ahora es como que se potenció, lo cual me pone muy, muy contenta. Soy una mamá gato feliz!
Mañana tiene su primera visita al veterinario, pero se la ve super sana. Llegó a casa, se comió todo, se tomó todo, hizo en las piedritas y se durmió la vida. Les dejo unas fotitos adjuntas así la ven y de paso conocen a Ozzy. Gracias por la buena onda, el evidente interés, la responsabilidad y el cariño que demuestran por estos animalitos maravillosos y por darme el mejor regalo del mundo: otro amiguito peludo a quien darle toneladas de amor.Les mando muchísimos besos y prometo mantenerlos al tanto de la evolución de la gorda.Saludos,
Daniela
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