viernes, 28 de enero de 2022
Los gatos de Hemingway
En la década del ’30, un
capitán de barco le regaló a Ernest Hemingway un gato, que se llamaba Snowball.
No era un felino común: tenía polidactilia, es decir, más dedos que lo habitual
en sus patas traseras y delanteras; a veces parecía estar usando mitones,
porque sus “pulgares” estaban muy desarrollados. Hemingway llevó a Snowball a
su casa de Key West, Florida, donde escribió Por quien doblan las campanas y
varios cuentos clásicos, como “Las nieves del Kilimanjaro”. Y él mismo se
sorprendió cuando Snowball fue padre de gatitos, y todos tenían dedos de más, a
pesar de que la mamá gata era normal.
Hoy, la casa del escritor es la Ernest Hemingway
Home and Museum, un museo que visitan 300 mil personas por año. Además de los
objetos personales del escritor, alberga a unos 60 descendientes de Snowball,
todos con polidactilia, todos hermosísimos, bautizados con nombres como Audrey
Hepburn o Truman Capote. Están bien alimentados, tienen su propio veterinario
que los visita una vez por semana, cada año se les dan las vacunas –se encarga
de eso la clínica cercana All Animal– y todos los procedimientos rutinarios,
como despulgarlos y desparasitarlos, se hacen en el museo. Eukanuba les dona
comida orgánica, y los laboratorios Pfizer, medicamentos especiales para los
parásitos. Los visitantes pueden acariciarlos y jugar con ellos, pero no
alimentarlos porque su dieta está supervisada. En fin, que los gatos viven como
reyes en la preciosa casa, disfrutando del clima tropical.
Pero este año estalló una disputa que los
puso en peligro de encierro, e incluso de expulsión. Los administradores del
museo están en disputa con el Departamento de Agricultura de Estados Unidos: el
organismo del gobierno federal dice que los gatos están en “exhibición” y que
el museo necesita una licencia especial para conservarlos, la misma que
necesitan los circos y los zoológicos. El museo repuso que los gatos no actúan,
ni están exhibidos; sencillamente viven ahí, son mascotas que le dan un atractivo
particular al museo, pero no están obligados a hacer nada. El Departamento
insistió en que deberían estar enjaulados cuando el museo se cierra –a las 5 de
la tarde–; también trajo a colación una vieja ley del estado de Florida que
prohíbe más de cuatro animales domésticos por casa. Por suerte, la Comisión Ciudadana
de Key West intervino poco antes de que ocurriera el desalojo, y les concedió a
los gatos una excepción salvadora: “Residen en la propiedad de la misma manera
que lo hacían cuando vivía Hemingway. No son una exhibición del modo en que lo
son los animales de un circo. La
Comisión encuentra que la familia de gatos con polidactilia
de Hemingway son animales de significancia histórica, social y turística”. Así,
junto a los miles de visitantes y simpatizantes que desde que empezó este
absurdo lío estuvieron haciendo campaña, los gatos ganaron y se pueden quedar
en casa.
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